Ya es costumbre que el Estado colombiano exhiba públicamente los cuerpos de sus muertos más populares; lo hizo con Pablo Escobar, con 'Raul Reyes' y esta semana lo hizo con el cadáver de alias el 'mono jojoy'.
La publicación del cadáver de este delincuente por los medios de comunicación -y al igual que los anteriores-, han generado una gran polémica acerca de si es pertinente mostrar los cuerpos de los enemigos del Estado, para mostrar que realmente han muerto. Por esta razón, no es un secreto para nadie que el Estado muestre los cadáveres de sus enemigos como un trofeo, un botín de guerra por el cual vanagloriarse, y al mismo tiempo, una evidencia para tratar de arreglar su poca credibilidad e imagen delante de un país que no cree en sus sucios gobernantes, que se prostituyen por una curul o un pedazo de pan a costa de muchas vidas.
Tristemente, la realidad nacional hace que seamos copartícipes de los delitos que se cometen a diario en nuestro país, ya que el solo disfrutar la muerte de un ser humano (por más delincuente que sea) hace que nos convirtamos en asesinos pasivos.
Sin embargo, una gran mayoría en este país piensa que es necesario ver los cuerpos de los enemigos, de la misma manera como los antiguos bárbaros ponían los cadáveres de sus contendores y ladrones a las entradas de los pueblos, o como algunos reyes medievales, hacían lo mismo con la cabeza de sus opositores a manera de escarmiento público. Nos ufanamos de ser una sociedad civilizada, y aún mostramos una sed insaciable de sangre que solo es comparada con la misma que tienen aquellos que pretendemos condenar.
El Estado al mismo tiempo obedece a esa sed de venganza que tiene el pueblo, y por medio de sus vendettas mediáticas, promueve a toda costa el desarrollo de este tipo de actividades deplorables que muestran el nivel de degradación al cual hemos caído y todo esto patrocinado cínicamente por los medios amarillistas, que piensan que al alimentar el morbo del pueblo están cumpliendo cabalmente su labor, y no tienen en cuenta la sensibilidad del promedio nacional que rechaza este tipo de actos. Éticamente yerran al buscar satisfacer la curiosidad de muchos, dándole importancia a lo visual que a lo más relevante y corrompen una nueva generación, que se está levantando con sus actos soeces, ya que pretenden ignorar una audiencia infantil tan alta como la que tenemos hoy en día.
¿Cual es la diferencia entonces entre el Estado y subversión, cuando cometen el mismo tipo de delitos a diario?, ¿cómo pretende el Estado justificar los actos de sevicia y las muertes que el mismo ha ejecutado en 'pro de la democracia'?, ¿se justifica que nos comportemos igual que los delincuentes solamente porque promovemos la paz?, ¿el Estado tiene derecho a vulnerar los derechos de un delincuente por más malo que sea?, ¿no es la exhibición de cuerpos un acto de degradación humana cuando no se hace con la debida reverencia y respeto por el difunto (sin importar lo perverso que era)?
Es necesario que revisemos nuestros valores, especialmente aquellos que pretendemos defender a capa y espada, y posteriormente enunciemos juicios valorativos sobre lo que realmente consideramos un delito y un 'derecho'.