Por muchos años se ha considerado a Bogotá como 'una bella metrópoli' llamada también la Atenas de América, y nada más alejado de la realidad, ya que al igual que la ciudad con la cual ha sido comparada, sobresale por sus enormes ruinas y la evidencia de una destrucción progresiva causada por el abandono de sus pobladores. Es importante notar que en el país del sagrado corazón, siempre se han querido hacer las cosas a la perfección, de tal manera que lo que le costó a la ciudad clásica en más de 1500 años, los gobernantes de hoy lo han reproducido y amplificado en menos de dos.
Esta destrucción general, se ha amplificado en el último periodo, donde nuestro genio gobernante ha perfeccionado -sí, óigase bien- ha perfeccionado en su gobierno por medio de la modernización y el uso de las nuevas tecnologías que han hecho que el nivel productivo de la mendicidad aumente junto con el grato placer de ser atracado en las calles a la hora de salir de una dulce jornada de trabajo. Se han establecido nuevas organizaciones criminales que compiten al mismo nivel del DAS y se generan nuevos centros laborales para ejercer la prostitución de una manera cómoda y divertida.
No podríamos decir que es una verdadera ciudad si no hablamos de su perfecta movilidad. Cuán delicioso es aguantarse un trancón de cuatro horas antes de llegar al trabajo gracias a que el proceso de destrucción que se están realizando en las principales vías de la capital; el cómodo viaje en los buses de transmilenio, que además de recibir todo tipo de masajes y caricias, sales emocionado porque eres víctima del fleteo y del acoso de los pervertidos.
Es por este estado tan perfecto de las vías que tenemos el sitio perfecto para aprender a conducir. Cuán diestros son nuestros conductores que lidian con huecos, buseteros, motociclistas y peatones imprudentes, que hacen que se sienta poca cosa un piloto de la Nascar (Un taxista famoso en esta categoría es Juan Pablo Montoya), otros pueden ser excelentes pilotos de Rally como el busetero Nicolás Bedoya y algunos pueden tocar los grandes escaños de la Fórmula 3.
Por todo esto y muchas cosas más la cuidad de ensueño es el mejor lugar para vivir… que más podremos pedirle a este país que con su gran amor nos dá sin necesidad de que le pidamos pero nos cobra como si lo hubiésemos contratado. Vénga a la ciudad de Ensueño, a la Atenas de América, a las ruinas de la modernidad.
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